El proyecto Catacombe d'Italia

DOM_15 Veneranda

 

Bajo la superficie de la ciudad de Roma, e incluso bajo el terreno de otros centros habitados distribuídos desde la Italia central hasta las principales islas de Sicilia y Cerdeña, bajo el ruido de la vida cotidiana o el flujo de las estaciones hay una red de corredores, habitaciones y  ambientes subterráneos. Se trata de las catacumbas cristianas, verdaderas ciudades de los muertos que aún viven.

Muertos, sí, porque básicamente se trata de «cementerios», la palabra habital cuya matriz griega se refiere al «descanso» de la eternidad, la otra cara de la vida  ̶ para el cristiano ̶  respecto a aquella que conocemos ahora. Y por lo tanto, todavía están vivos, porque dan testimonio de la fe en una vida inmortal.

En esos espacios el visitante, incluso no creyente o de otras religiones, se convierte en peregrino que descubre maravillas arquitectónicas y artísticas, encuentra historias de familias de los primeros siglos cristianos. Contempla figuras y escenas con frescos en las paredes y las bóvedas, a menudo basadas en páginas bíblicas entrelazadas con imágenes del clasicismo pagano. Admira personajes e intuye historias personales de los muertos y la sociedad en la que se vieron inmersos.

Por esta razón, las catacumbas no son tristes tugurios oscuros, si no un mundo secreto que se abre al peregrino y al turista con toda la belleza; la fe y el recuerdo de tantas personas que creyeron en Cristo y en su palabra de esperanza. Y lo atestiguaron a través de estas auténticas maravillas que nos hablan y que viven todavía hoy bajo el estruendo de nuestra existencia diaria.

 

Card. GIANFRANCO RAVASI

Presidente de la Pontificia Comisión de Arqueología Sacra