“Ningún deseo lo movía sino a sacrificarse por el Señor”. S. Ambrosio De Officiis I, 41, n.207.

El cementerio, originalmente conocido como in agro Verano, tomó el nombre “de Lorenzo” o “de Ciriaca” solamente a partir del siglo VI; si el primer nombre recuerda al santo venerado el 10 de agosto, el segundo topónimo podría transmitir el nombre del propietario original del terreno.

La catacumba de San Lorenzo es muy extensa y se extiende por diferentes niveles, pero las transformaciones sucesivas, vinculadas sobre todo a la realización de la Basílica en el sopratterra, han comprometido su viabilidad.

El núcleo original se desarrolló en el siglo III, pero en un período incierto, algunas transformaciones profundas involucraron una serie de entornos para ampliar y monumentalizar el espacio alrededor de una pequeña sepultura. En ella, entre los inicios y la mitad del siglo IV, se construyó un pozo de mampostería que permitía ver la tumba especial desde arriba.

Muy cerca de este entorno se encontraba el entierro de Lorenzo, donde el emperador Constantino construyó un ábside revestido de pórfido y luego encerró la tumba detrás de una rejilla plateada.

Además, Constantino construyó una gran basílica llamada circiforme en la superestructura (en forma de circo) que se ató a la tumba del mártir a través de una escalera y que sirvió como un cementerio al aire libre.

A finales del siglo VI, el papa Pelagio II construyó una segunda basílica en la tumba de San Lorenzo, cortando parte de la colina y el cementerio que rodea Gallarie. El cuerpo de este edificio sagrado todavía se conserva en la basílica actual, que actualmente constituye el área del ábside. El edificio actual fue construido en la época del Papa Honorio III (1216-1227).